La conquista del premio Oscar es un acontecimiento excepcional.
Tan difícil conquista puede ser una notificación de que Chile es mucho más liberal de lo que habitualmente se cree, y que solo los retrógrados «poderes fácticos» presionan al Congreso Nacional y a colegios para que la discriminación institucionalizada continúe anclada en nuestra sociedad.
Por cierto, si ello no fuera así, podrían ensancharse fronteras de genuina tolerancia, y de sincero reconocimiento hacia quienes encarna Daniela Vega, las personas transgénero.
Chile ha transitado un lento proceso ante dolorosas circunstancias. Cierto, recién retornada nuestra perfectible democracia ha transitado desde la eliminación de la homosexualidad del Código Penal, en 1999, a la aprobación de la Unión Civil, en 2015.
Chile, un país históricamente intolerante en materia de diversidad sexual, tiene ahora la oportunidad de sellar con actos legales lo que hoy la cultura de nuestra sociedad, con una nueva y esclarecida generación, nos enseña, orienta y exige.
El preclaro ejemplo de la joven transgénero que inspiró la película, de solo 28 años, Daniela Vega; la extraordinaria dirección del niño de la localidad de «Cholhuan (cerca de Yungay), Sebastián Lelio; el aporte de los productores Juan y Pablo Larraín; y del actor Francisco Reyes, entre otros compatriotas, debe retribuirse también con hechos concretos: la aprobación de la Ley de Identidad de Género, hoy en el Congreso Nacional.
De lo contrario, nuestras instituciones quedarán nuevamente retrasadas respecto de sus ciudadanos, de cada chileno y chilena, y de nuestra sociedad humana real que exige integración genuina, justicia efectiva, igualdad de oportunidades y, en definitiva, reconocimiento y dignidad en las esferas del derecho y del Amor Fraternal que siente a cada semejante, al decir de Axel Honneth, como un «Yo Otro».
Este universal y hermoso triunfo que prestigia a Chile, puede y debe servir para que muchas personas con esa condición sexual sientan que no están solas, ni que es incorrecto, y que hay personas que pueden admirar y querer, como a Daniela Vega.
Para nuestra sociedad, en su conjunto, nos deja una lección y una tarea para de verdad ser un homólogamente «País Fantástico». La lección, es que debemos abrir nuestro corazón y razón para vencer los prejuicios, la ignorancia y el fanatismo, y reconocer cabalmente a todo ser humano cualquiera sea su condición sexual. La tarea, es corregir las actuales leyes pues son, al fin y al cabo, las bases de una sociedad más justa, amorosa y perfecta.
Jorge Navarrete Bustamante.
Académico U. de Talca
Presidente Junta de Adelanto del Maule
Fuente: Diario El Centro