No es poco frecuente escuchar de personas que no comparten el esfuerzo que se ha desplegado por lograr la regionalización y la consiguiente descentralización. Ello obedece fundamentalmente a que se asocia regionalizar con fragmentar territorialmente, pero suponiendo por ello la pérdida de mantenernos como un Estado Unitario.
Conspira para esa idea las varias regiones que se han creado en los últimos años y que no deja perfectamente claro que su nacimiento obedezca a la necesidad de hacer esa segmentación para el mejor aprovechamiento de sus potencialidades o el reconocimiento de razones étnicas, o por morfología territorial o geopolítica que lo justifiquen.
Pareciera, por cierto, más posible y creíble que estas creaciones obedezcan más a consentir presiones políticamente convenientes o aspiraciones de poder, que al verdadero fortalecimiento productivo de ellas.
Si coincidimos en que los procesos de regionalización debieran ser establecidos por consideraciones empíricas que tal segmentación (con poder político y diversas autonomías para el manejo de sus recursos como se ha legislado) se hace para el mejor aprovechamiento de sus recursos en beneficio local y nacional. Pienso que con esa óptica lo que hoy tenemos no está logrado satisfactoriamente.
Y no sólo por el inmenso costo que significa establecer una región desde el punto de vista de las estructuras burocráticas que hay que asentar y el gasto en infraestructuras diversas que ello implica, sino porque la decisión política para engendrar la nueva región no está respaldada por estudios verdaderamente serios que garanticen reales buenas venturas de tal partición.
Sin eufemismos, nuestra actual regionalización está muy livianamente sustentada y de existir real profesionalismo en las autoridades, que junto a los Gobernadores Regionales deberán administrar sus territorios, es más posible que impensado que a poco andar deban hacerse rediseños que puedan cambiar significativamente el mapa regional actual del país.
No se puede dejar de ligar, en esa línea, que un elemento que propicia la regionalización es descentralizar el poder que normalmente tienen las capitales históricas. En el caso chileno, el centralismo de la Región Metropolitana ha sido y es causa principalísima de menoscabo para las regiones. No se entiende que no existan, por ejemplo, incentivos y/o sanciones vía tributos, para que no se fomente que las nuevas industrias que deseen establecerse terminen por convencerse que económicamente les será mucho más rentable mirar hacia las regiones.
Precisamente el convencimiento, basado en las experiencias mundiales, de que el desarrollo de un país no llega a ser realidad sin una eficiente regionalización y descentralización, nos obliga a ser especialmente cuidadosos y pensar, despojados de las pequeñeces del poder por el poder, cuáles son nuestras identidades y potencialidades para trazar los planes regionales.
Nuestro Maule, potencia agroalimentaria, tiene un desafío enorme y el tiempo que nos queda para tomar las riendas es ya muy poco. Somos la penúltima región en casi todos los indicadores lo que no se condice con los recursos que tenemos. Que el orgullo sea acicate para ganarnos el sitial que debemos darle a la región y al país.
Ignacio Cárdenas Squella.
Periodista
Junta de Adelanto del Maule
Fuente: Diario El Centro.