La filósofa española Adela Cortina plantea que la fórmula más acertada para explicar
el pluralismo moral es la de una articulación entre una ética cívica mínima, y unas
éticas de máximos que son plurales dentro de lo que se llamaría una sociedad
pluralista o democrática. Esta articulación sería una articulación entre mínimos de
justicia y máximos de felicidad, o máximos de vida buena.
Dicho de otra manera, los “Mínimos éticos” serían un conjunto de valores, derechos y
principios que por su esencia universalista pueden ser exigibles a todas las personas;
por ejemplo, la justicia, la tolerancia activa, la fraternidad, los Derechos Humanos. En
cambio, los “Máximos éticos”, serían aquellas religiones, cosmovisiones e ideologías
que, por su propia particularidad, solo pueden ser propuestas, jamás exigidas o
impuestas, a la sociedad en su conjunto.
Dicho ello, Adela Cortina distingue al hombre del ciudadano pues a fin de cuentas el
hombre es el que busca lo bueno, es el que busca la felicidad; como decía Feuerbach:
«la tarea del hombre es la felicidad, la tarea del ciudadano es la justicia»
Estas distinciones permite entender que en una sociedad democrática y pluralista, el
Estado y leyes no pueden ser indiferentes ni neutral cuando están en juego mínimos
éticos o de justicia. Por el contrario, cuando colisionan proyectos de vida diversos de
felicidad o de vida buena, lo que le corresponde al Estado es resguardar las
condiciones que hagan posible que las personas puedan ejercer su capacidad de
decisión autónoma (en el sentido Kantiano) frente a distintas opciones. Es decir, el
Estado y las legislaciones no deben ser “capturados” por instituciones religiosas ni
políticas u otras para obligar a un grupo de individuos a comportarse según las
creencias y los modelos de “Vida Buena” o de Felicidad de otros.
Por ello, es vital hoy en Chile y el Maule, la práctica de una ética dialógica, esa que
trasunta una deliberación pública (sin exclusiones), en un diálogo abierto, respetuoso,
simétrico; y donde la única “coacción” aceptable sea la del “mejor argumento”.
Por ello no deja de ser preocupante que, ante más de un mes de realizado el plebiscito
de salida, los mínimos aceptados públicamente por los partidarios tanto del “apruebo”
como los del “rechazo”, en la actualidad se “ninguneen” o desconozcan, tales como: el
Estado social y democrático de derechos, el Estado Regional, la exclusión de minorías
raciales, o la libertad de la mujer para resolver hasta sobre su propio cuerpo.
Dicen que están describiendo “bordes”… La demora también es preocupante pues no
hay más de un año para ello (el mismo asignado la Convención Constitucional), ya que
el calendario electoral para el 2024 está nutrido de comicios… Es decir, nuestra
institucionalidad parece no estar a la altura política ni siquiera de mínimos éticos.
* Jorge Navarrete Bustamante
*Director Magister Políticas Públicas. FEN. Universidad de Talca
*Presidente. Junta de Adelanto del Maule.