Desde que se produjo el estallido social en octubre de 2019, la Fundación Crate ha iniciado un proceso de reflexión para ponernos en contacto con los orígenes de esta institución, la que naciera bajo un espíritu de ayuda social al mundo campesino, y para los y las más vulnerables de nuestra región.
Por esos días en que nos comprometimos con la comunidad del Maule, volvimos a crear nuevos espacios de diálogo, que se abren cada vez que el acontecer nacional lo requiere, fue así como este año impulsamos charlas y reflexiones de educación cívica sobre la nueva propuesta constitucional. El ánimo de estos espacios es dialogar, porque es mediante el diálogo que logramos entendernos, y abrir nuestros sentidos a la realidad del otro y al revés. Procurar que todas y todos tengamos acceso a información adecuada, pertinente y fundada, son bases mínimas requeridas y esenciales para el mundo en que vivimos y que queremos experimentar. Es un principio humano el que todas y todos tengamos posibilidad de debatir ideas, conforme a nuestras propias experiencias, exponerlas con respeto y escucha activa.
Es real que realidades hay tantas como personas habitando este país, nuestras diferencias no deben distanciarnos, por el contrario, si pudiésemos construir desde distintas perspectivas, sin negar la existencia de nuestras hermanas y hermanos, posiblemente seríamos una mejor sociedad, la que queremos ser.
Reflexionando de esta manera, parece pertinente releer la cartilla “Palabras de nuestro Pastor frente a la actual realidad cívica”, declaración del fundador de Crate, Monseñor Carlos González Cruchaga, ante el clima político de la época frente al Plebiscito del 5 de octubre de 1988. Su mensaje previo a los comicios, enarbolaba el sentido de paz y responsabilidad cívica, en momentos en los que el miedo, la violencia y la incertidumbre, embargaban las emociones de la nación. Había temor por lo vivido y por lo que vendría, ambiente no muy distinto al que se percibe actualmente ad portas del plebiscito de salida por el nuevo texto constitucional. En 1988, el Obispo Carlos González habló a la ciudadanía a través del canal de televisión de la Universidad Católica de Chile, para luego hacerlo por medio del Diario El Mercurio. En esa oportunidad, se refirió sobre 5 puntos:
“El 5 de octubre dejará alegrías y tristezas, habrá ganadores y perdedores. Qué fácil es que la violencia nos invada y nos destruya. De hecho, hay un clima de violencia fuerte. Hay odios, hay agresiones, hay resentimientos. Parece que hemos olvidado que Chile sea nuestra casa, que Chile sea nuestra familia y que aquí no sobra nadie.
Con este espíritu y sin violentar a nadie, con respeto y sin temor, quiero plantearles 5 puntos concretos:
- Deseo Felicitar a todos los chilenos que han cumplido con su deber cívico inscribiéndose en los Registros Electorales. Con ello han demostrado masivamente el amor que sentimos por nuestra patria. Deseo agradecer también a todas las personas que tomarán parte activa en el día del plebiscito, con su voto, con su colaboración en los diversos trabajos que tendrán que realizar.
- Deseo pedir que el día del plebiscito actuemos con madurez y responsabilidad. Podremos hacerlo a través de nuestro voto consciente y libre de presiones. Y facilitar este proceso sufragando temprano, con orden y tranquilidad.
- Quiero pedir a las autoridades la máxima transparencia durante el actor plebiscitario. Sólo en la verdad se asegura la confianza en los resultados. La transparencia no se transa. Asimismo, pido a todas las fuerzas de orden que realicen su tarea, como lo han hecho en el pasado, con toda la profesionalidad y madurez con que pueden hacerlo.
- En el día del plebiscito tenemos que ser especialmente solidarios y respetuosos. Podemos solidarizar ayudando a los enfermos, a los ancianos a cumplir con sus deberes ciudadanos. Podemos solidarizar ayudando a movilizarse a los que viven en el campo y en los lugares apartados. Podemos solidarizar respetando nuestra diversidad de opciones y asegurando al adversario lo mismo que quisiéramos para cada uno de nosotros.
- A todos y cada uno de los chilenos quiero recordarles que participaremos en una consulta popular y no en una confrontación bélica. Por lo tanto, tenemos que deponer toda hostilidad y desarmar nuestros espíritus y nuestras manos”.
Las palabras de Monseñor Carlos González nos llenan de esperanza, aunque la fragilidad del tejido social se exhibe descosido a propósito de la violencia que sacude a nuestro país, tenemos fe en la sabiduría de la ciudadanía. Es ella la que mejor sabe caminar firme cuando está unida. Para construir un país mejor, somos necesarios todas y todos zurciendo los capítulos de este tejido.
Asimismo, no podemos olvidar que las sociedades del mundo enfrentamos una crisis ecológica, la que requiere de máximos esfuerzos y voluntades políticas y sociales para enfrentarla, pues amenaza ecosistemas y a sus habitantes; sin un planeta sano, no hay actividad ni vida humana posible, tampoco de ninguna especie. Somos los hermanos mayores de los seres vivos que habitamos la tierra, un reino de flora y fauna nos rodea, nuestro deber es protegerlo. Tal como lo plantea el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la Casa Común:
“Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla.
La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.
Abramos el corazón a la reflexión y al amor, al verdadero amor por la vida, un amor que abraza la dignidad de todas las criaturas habitantes, sin dejar a ninguna atrás, ni de lado. Todos, todas, somos hermanos de la patria que nos vio nacer, como así también lo son nuestros hermanos migrantes, nuestra naturaleza y nuestro Chile. Don Carlos en esa oportunidad nos invitaba a vivir el plebiscito, en libertad, porque el miedo esclaviza a la persona; en la verdad, porque la mentira oprime y distorsiona; y en paz, como corresponde a hijos y hermanos del mismo señor y de la misma tierra. Estas sabias palabras, nos interpelan hoy día cuando estamos a punto de vivir el plebiscito de salida el 4 de septiembre próximo. Debemos participar como ciudadanos de esta casa común, ejerciendo nuestro deber cívico en conciencia, con fe y esperanza que con nuestro voto estamos haciendo un aporte a la construcción del Chile que todos queremos.