Jorge Navarrete Bustamante
Se suele decir que una Constitución Política del Estado es “La casa de todos” pues es en ella deben sentirse acogidos todos las personas de un país.
Y debe ser así porque una “Carta Fundamental” tiene que ser hija de la participación y de la representación.
Por ello, el primer intento serio de tener una Constitución enmarcada en tal inspiración, fue la impulsada por la Presidenta Bachelet en su segundo gobierno, en cuyo proceso de propuestas participaron más de 100.000 chilenas y chilenos.
Ello fracaso, especialmente debido no sólo a la derecha, sino que también a un partido miembro de la propia coalición de gobierno (DC), en que uno de sus dirigentes y senador de la época, llegó a afirmar que: no “conocía el programa de gobierno” del cual era parte.
Evidentemente, la Presidenta previó lo que podía ocurrir, y que definitivamente poco después acaeció debido a que la raíz de la desigualdad e indignidad que zahería a millones de compatriotas era, precisamente, los “cerrojos” de una constitución originada en dictadura, enmendada en democracia, pero cuya “medula” había sido inmutable: El estado subsidiario.
Esto y la prepotencia de la elite terminó por generar “la rebeldía o estallido social” de octubre de 2019, en que salieron a las calles hasta familias del barrio alto santiaguino.
Y claro, la rabia violentó el metro de la capital, locales comerciales y entidades hasta religiosas. Algunos compatriotas perdieron la vida, y otros la vista.
En ese trance hasta el presidente de la CPC, Juan Sutil, afirmó haberse equivocado al no apoyar el proceso constituyente de la Presidenta Bachelet ni su reforma tributaria.
Entendió demasiado tarde.
Así se inició -se recordará- el diseño de una nueva “Casa de Todos” con una participación ciudadana sin precedentes. Sin embargo, fue rechazada en septiembre 04 del año pasado, principalmente -al decir de expertos- debido a que Chile no estaba preparado para una Carta Fundamental tan transformadora o avanzada para la época y que, por lo mismo, se ponderó -al decir preventivamente el propio presidente Boric- como “partisana”.
Se concordó entonces, por la más transversal elite política, un nuevo proceso constituyente enmarcado en 12 márgenes, con el propósito de proteger los progresos económicos, sociales, culturales, políticos, y ambientales logrados en las experiencias anteriores.
Empero, la cuestionable formalidad republicana de la derrotada propuesta constitucional inmediatamente anterior; la inseguridad ciudadana imperante; la ampliación del universo electoral en que sufragaron 5.000.000 ciudadanos con cierta desafección por lo público; el eficaz despliegue de las fuerzas conservadoras en los medios de comunicación y redes sociales; y el funesto error de división en las fuerzas progresistas, determinaron el triunfo de quienes precisamente objetaron las tres etapas y experiencia constitucionales antes mencionadas.
Insólito, pero cierto: triunfó en la elección de nuevos constituyentes el sector más integrista de la política latinoamericana; y que se hicieron llamar: “republicanos”.
Seria cuestión la de Chile, pues ese sector tiene esa vocación “partisana”, la misma que tanto criticó en el pasado, lo que se evidencia en casi 400 propuestas de enmiendas anacrónicas que abarcan desde la regulación de la vida íntima de las familias y de la mujer, hasta medidas ultranacionalistas en las relaciones internacionales.
Obviamente, una provocación a la dignidad de millones de chilenas y de chilenos que puede generar consecuencias insospechadas, pues elocuentemente: No se trata de la “Casa de Todos”…
Director. Magister en Gestión y Políticas Públicas. FEN. Universidad de Talca.