Tumbos de la D.C.

La indudable crisis que vive el PDC es, para muchos, ocasionada por un tema del eje político en que se ha desenvuelto y/o en el que debiera centrar su acción política. Para unos, su «izquierdización» y haber compartido pieza con el PC ha resultado inentendible y sería el foco de su ya larga pérdida de votos. Para otros, la derechización de muchos de sus connotados dirigentes y la pérdida de influencia en el quehacer del gobierno actual sería la causa de ese desmedro. En síntesis, problemas de derechas o izquierdas y quizás, por lo mismo, el clamor de tantos militantes apunta hacia realizar un congreso ideológico que la refunde doctrinariamente y de esa manera dirima cuál debe ser el actuar de la colectividad en el futuro.

Desde su nacimiento, los Falangistas actuaron motivados por los fundamentos filosóficos de la doctrina social de la Iglesia Católica y su aterrizaje ideológico y político, evidentemente influido por las encíclicas papales como la Rerum Novarum, de fines del siglo XIX, la que ya hace una filosa crítica del orden social de la época, a partir de la simple mirada al Evangelio. La mirada «atea» para el cambio o revolución social era, entonces, ya liderada por el Partido Comunista Chileno que llega por primera vez a integrar un gobierno (el de González Videla) que a poco andar los expulsa del gobierno, los declara ilegales («Ley Maldita») los apresa y lleva a campos de concentración. En contra de esa ley estuvieron una minoría del Partido Radical, algunos socialistas de la época y toda la Falange Nacional. Tal consecuencia le reportó un enorme mayor apoyo en las elecciones siguientes. Importa este paréntesis porque un estigma de la DC ha sido sentirse compitiendo por ser «más de izquierda o más revolucionaria» que los partidos tradicionalmente zurdos. Ese complejo sigue hasta hoy y demuestra, finalmente, desconocimiento de sus principios que, a mi parecer, son más avanzados y exigentes que los del socialismo y comunismo marxista y de los otros socialismos o partidos instrumentales. Es cierto, nuestro Chile ha cambiado mucho y la sociedad actual es de alma materialista, consumista, liberal y dominada por el capitalismo contra el cual la única fuerza que puede hacerle contrapeso es el humanismo que profesa la DC, pero ¡diablos! que es exigente en ética para que pueda imponer la felicidad que, indefectiblemente, con el pasar de los años perderá esta juventud, esta clase media hoy encandilada con las marcas, los malls y las comodidades que da el consumo. En mi agnosticismo, cada vez estoy más seguro que el énfasis debe estar en, además de luchar por los derechos fundamentales de las personas y la justicia social, levantar la mirada del materialismo hacia eso etéreo (para algunos de origen divino) que es la felicidad interior (para algunos el alma). Y me pregunto: ¿han estado en eso los dirigentes o su lucha ha sido, muy predominantemente, por sus intereses o estar en las esferas del poder, olvidando o simplemente despreciando el sentir de la militancia? Ese encantamiento y convicción es lo que podría hacer renacer a la DC. Los que todavía como viejas histéricas le tienen terror al comunismo es porque simplemente no tienen consciencia de lo que representan los principios que dicen abrazar. Seguir creyendo que la crisis tiene un origen en haber compartido proyectos con los comunistas es simplemente no tener consciencia de las propias fortalezas o temor de ser consecuentes con lo que la doctrina les manda. Me sumo mil veces al trabajo del comunista alcalde Jadue en sus estupendos emprendimientos, esencialmente humanistas (y sin horror porque su partido no excomulgue ciertas dictaduras) ya que es una muestra de cómo, también, se puede desnudar y debilitar al capitalismo feroz y abrir los ojos para una sociedad más solidaria, comprometida y finalmente más feliz.

Ignacio Cárdenas Squella. 

Periodista

Junta de Adelanto del Maule