Las penas de la política

Después de las barbaridades dichas recientemente por el cardenal Ezzati y el ministro de Justicia, bien vale la pena “cambiar radicalmente de tema”, como gusta tanto decir a los periodistas conductores de noticiarios.

Así las cosas, paso a algo más refrescante como lo es el deporte del balompié, sin duda no ausente también de polémicas, prácticamente todas instaladas por los mismos periodistas deportivos los que gozan, aparte de su fama entre los peloteros, del mal prestigio que significa destinar su valioso tiempo más a comentar de la farándula de ese mundo que propiamente del deporte y su ejecución.

A días del clásico más importante del fútbol, me ha parecido oportuno dar algunas opiniones, como hincha, para ver si la toma algún colega y abre polémica pero con aspectos puramente prácticos y atingentes al deporte mismo “cosas del fulbol” (sic) dirían tantos.

Extrañeza que me ha causado no escuchar ningún comentario con relación al tiempo que hoy se pierde en la ejecución de cualquier tiro libre. Los grandes responsables de ello son los árbitros que, en cada oportunidad, inician su espectáculo, su personal lucimiento (realmente se lo han tomado como actores principales) con el tarrito de espuma y marcar la posición de la pelota; luego, su show es con los que arman la barrera, que se empujan, tironean de la camiseta (no del pelo ya que arriesgan quedar con la mano rubia o canosa) y los enseña, aconseja, los amenaza, debate con ellos hasta que logra inclinarse para marcar la línea de blanca espuma.

Dos a tres minutos de partido ha costado esa faena innecesaria ya que “los de negro” debieran hablar con las tarjetas.
Observen también los fanáticos el show referil al momento de la ejecución de un penal. En el preámbulo, luego de haber sancionado el lanzamiento, se pierde otro par de minutos en los reclamos de los afectados y la trabajosa acción del referí para sacarse de encima a esa enardecida horda de sudados jugadores. Restablecida la calma, como padre predicador, se acerca con calma al lanzador y al arquero para explicarles (supongo que lo que dice el reglamento) la actitud que deben cumplir en el acto; una vez asentidas sus palabras (sin duda ya archi conocidas por los receptores) regresa con marcha más rápida y retrocediendo hasta el punto donde pitará el inicio de la escena.
Fácilmente se han escapado unos cinco minutos o más, si los reclamos eran enardecidos y no de simple “pataleo”.
Amantes de las estadísticas, los programas deportivos nos indican al término del evento, que se han jugado efectivamente (lo más habitual) entre 40 y 50 minutos de los 90 que corresponden. Y debe ser correcto, si consideramos unos 10 tiros libres por partido hay que imputarles unos 30 minutos en el show arbitral.

De las polémicas por la nueva norma de “las manos” en el área, o el tonto cobro de fuera en las pelotas que van por aire, o las amarillas por festejar sacándose la camiseta o de permitir que se arranque el tiempo en las simuladas lesiones (las que se terminarían abruptamente si se penalizaran con algunos minutos sin volver a la cancha a los “piscineros”) nos podremos referir en otro solaz que nos permitan los temas de la política que, hoy por hoy, están demasiado fomes. Cuando el campeonato llegue a su culminación y el nuevo Gobierno ya se haya constituido plenamente, podremos retomar uno u otro tema.

Ignacio Cárdenas Squella. 

Periodista

Junta de Adelanto del Maule

Fuente: Diario El Centro.